El peor pecado para con nuestras criaturas amigas, no es el odiarlas,
sino ser indiferentes con ellas, esa es la esencia de la inhumanidad.

*George Bernard Shaw

lunes, 15 de diciembre de 2008

EL GATO, ESE ANIMAL MISTERIOSO


Los seres humanos tenemos predilección por dos razas de animales de compañía bien distintas. De los perros todos conocemos sus cualidades, su nobleza, el afecto que llegan a coger por sus propietarios... en cambio, al referirnos a los gatos, por mucho que lleguemos también a quererlos y apreciarlos, nos cuesta más aceptar el hecho de que son más independientes, más 'rebeldes' y difíciles de domesticar... tanto es así, que suele decirse y con toda razón, que son los felinos los de elegir a quién quieren tener por 'amo', y no al revés.

Pero hay más, mucho más. Los gatos poseen cualidades sorprendentes, facultades y poderes que mucha gente ignora. Son unos animales realmente misteriosos y, a la vez, fascinantes.
Casi todos los que poseen una mascota reconocen que en más de una ocasión se comportan como si intuyeran lo que van a hacer o qué va a pasar. Un ejemplo histórico sobrecogedor es el de Sir Winston Churchill, que se encontraba enfermo y en cama atendido por sus médicos. Una noche, cuando ya estaba fuera de peligro, su gato empezó a maullar para salir de la habitación. Al día siguiente el mandatario ameneció muerto. El gato había presentido su muerte mejor que los doctores.

Sentidos más desarrollados
Es cierto que los animales tienen algunos sentidos más desarrollados que los humanos; los perros tienen 40 veces más células olfativas, y su rango de sonidos audibles es mucho mayor, además de poder orientar sus orejas, aunque su vista no le permite identificar un objeto inmóvil a más de 300 m. si no lo puede oler. Con los gatos sucede igual, aunque éstos usan más su sentido del tacto a través de sus bigotes.
Otros animales poseen otros no menos curiosos sentidos, como el fino oído de los delfines, que puede escuchar el latido del corazón de una persona para determinar su estado anímico o para "ver" objetos en tres dimensiones ocultos a su vista. Su elevada inteligencia además les permite tener un sonido concreto (como un nombre) para identificar a cada uno de su especie.
Son muchos los sentidos que poseen los animales, y en especial nuestras mascotas; sin embargo los que conocemos no pueden explicar ciertos comportamientos: no es raro que un gato intente descolgar un teléfono que suena sólo si es su amo el que llama, o que estos posean un sentido de orientación tan fino que se han dado casos de felinos que han recorrido 3.500 Km. para encontrar a su amo. También se conoce el caso de una tortuga que sabía cuándo su ama le iba a dar de comer sin que ésta pronunciara una sola palabra, bastaba con que lo pensase. Algunos perros saben cuándo su amo está en peligro y se ponen tristes o saben cuándo va a llegar a casa incluso en horas poco habituales. No es extraño que en la antigüedad se les atribuyeran poderes mágicos o que se venerara a los gatos en Egipto.
No todos los fenómenos son inexplicables: las sensibles patas de un gato pueden predecir un terremoto y al oír las palabras 'veterinario' o 'vacaciones' ya saben lo que le espera y actúan en consecuencia. Son también muy sensibles a los fenómenos eléctricos y barométricos, de modo que pueden predecir en cierta manera el tiempo. Los científicos no se ponen de acuerdo en torno a los fenómenos inexplicables, pero los más desinhibidos apuntan a que los animales pueden detectar campos energéticos invisibles para nosotros, que hemos perdido esta facultad por el desuso.
Muchos autores se han referido a estos animales y escrito fascinantes historias de gatos telépatas, clarividentes o dotados de habilidades que escapan a cuanto conocemos del mundo animal y que han sido estudiadas en laboratorio. Por ejemplo, su facultad, como la de algunos perros, de localizar y encontrar a sus dueños tras haber recorrido largas distancias, sin encontrarse explicaciones de cómo pudieron hacerlo. Incluso hay gatos cuya lealtad va más allá de la muerte. Se han dado casos de morir sus dueños y, tras ser enterrados, en ocasiones a bastantes kilómetros de su casa, los felinos se dirigieron hacia la tumba (sin que nadie sepa cómo pudieron localizarla), para darles el último adiós o, incluso, para permanecer de por vida en el cementerio, sin que los familiares de los difuntos pudieran sacarles de allí. Y también se cree que su sensibilidad psíquica les permite detectar la presencia de fantasmas o espíritus... lo que contribuye más aún a acrecentar la aureola del gato como uno de los animales mágicos por excelencia.
Divinizados por los egipcios
Como ya hemos señalado, el gato es un animal misterioso y fascinante. Los antiguos egipcios, pueblo eminentemente agricultor, veían en ellos a los defensores de sus graneros, al mantenerlos libres de ratas, y llegaron a divinizarlos, conservándolos en los templos y enterrándolos en los hipogeos, cuidadosamente embalsamados. Para ellos era el animal representativo de la diosa Pasht, denominada también Bastet. Su mirada enigmática les hizo ver en él una manifestación del supremo principio divino: el Ojo Solar. De ahí que le llamaran mau, término que, además de estar derivado de sus maullidos, para los egipcios significaba también ojo. En el delta del Nilo fundaron la ciudad sagrada de Bubastis, para honrar a los gatos y a su diosa, enterrándolos allí.
El gato enroscado sobre sí mismo era para los sacerdotes egipcios símbolo de la sabiduría y la meditación. Para todos, representaba el espíritu del bien, el amor, la maternidad y la fertilidad. Era el símbolo animal de la trinidad formada por la madre Isis (de la que Bastet es una manifestación), su esposo Osiris (nacido de la gata sagrada Nout) y su hijo Horus y, al igual que ellos se enfrentan a Seth, símbolo del mal, se representa al gato combatiendo a Apophis, la serpiente-dragón de las tinieblas. La ley egipcia condenaba a ser lapidado por la multitud a quien matase voluntariamente a uno de ellos. En los incendios, la preocupación principal era salvar al gato. Si moría, se untaban con sus cenizas, guardaban luto, se rasuraban las cabezas, depilaban sus cejas y mantenían prolongados ayunos durante las ceremonias fúnebres.
El gato salvaje era también el animal de Freya, diosa nórdica del amor y la belleza. Fue consagrado a la diosa griega Afrodita y asimilado a la Diana romana.
Asociados con brujas
En cambio, durante la Edad Media se lo asoció con brujas y diablos. En 1022, los teólogos consideraban al gato una de las manifestaciones principales del Espíritu del Mal, junto con el sapo, el macho cabrío y el perro. Frank Donovan, en su "Historia de la brujería" (Alianza Editorial, Madrid,1978), afirma lo siguiente:
"...Los animales desempeñaron también su papel en la brujería como "familiares": eran duendes o demonios en forma de bestezuelas que ayudaban a las brujas en su magia nefanda (...) En la fantasía brujeril, el gato negro es el familiar más frecuente, pero originariamente el diablillo podía ser cualquiera de los numerosos animalillos, incluso los más extraños (...) Los familiares tenían de hecho un fundamento en las mascotas de las viejas solitarias, la mayoría de las cuales eran acusadas de brujas. El criar animales como mascotas domésticas no fue costumbre corriente en la Edad Media. En Europa, los gatos no llegaron a domesticarse de manera generalizada hasta el siglo XVII. Cualquier mujer que acariciara un gato o le hablara, o tuviera un cuervo domesticado, era mirada por sus vecinos con tal extrañeza que sólo esto podía ya suscitar la sospecha de que fuera bruja..."
La elevación del gato a la categoría de familiar favorito se debió probablemente al lugar que ocupara en la religión primitiva. Los gatos fueron sagrados en Egipto, donde se les asociaba con Hator, la primitiva diosa vaca, y posteriormente se les consideró reencarnaciones de Isis, la diosa madre. En otros países, el gato se asoció con la luna, considerada como la virgen-madre. En esta acepción, el gato se autogeneraba; de ahí la supersticiosa creencia de que los gatos tienen siete vidas. En los tiempos antiguos, la figurita de una gata con sus gatitos formaba parte del ajuar de la novia: era símbolo mágico de la fecundidad (...)

De acuerdo con el principio según el cual cada nueva religión transforma las deidades de las religiones anteriores en demonios, el gato, que había estado asociado con la diosa madre, se convirtió en un animal maligno o agorero bajo el cristianismo, compañero idóneo de las brujas. En las ceremonias del cristianismo primitivo, se azotaba a los gatos los martes de carnaval y se les quemaba vivos en cestos repletos los Viernes Santos. Con motivo de la coronación de Isabel I de Inglaterra, se sacó en procesión una efigie de cestería representando al Papa, llena de gatos, y luego la quemaron solemnemente sobre una pira. Los protestantes que perpetraron esta atrocidad pretendían que los alaridos de los gatos eran el lenguaje de los demonios dentro del cuerpo del Santo Padre..."
Aún hoy, en nuestros días, en algunas regiones de Hungría (tierra, por otra parte, famosa por las supersticiones y creencias en seres sobrenaturales, tales como los vampiros y los hombres-lobo), se cree que las brujas se transforman en gatos negros para llevar a cabo sus "maldades".
Los marineros, por el contrario, han estado siempre convencidos de que, además de cuidar de la carga y las provisiones, protegen al barco de las tempestades, levantan el viento y actúan como amuletos. Viendo que se lava siempre, lamiéndose continuamente, se convencieron de que era el único animal que no portaba gérmenes y lo convirtieron en su animal predilecto, tanto a bordo como en sus hogares, en tierra.
Cualidades mágicas
En el Islam, la tradición lo considera un animal favorable (ya que contaba con el aprecio de Mahoma), siempre que no sea negro. Un gato negro posee para los islámicos cualidades mágicas, y se comen su carne para librarse de un conjuro, creen que su bazo detiene la menstruación en la mujer y que con su sangre pueden escribirse poderosos hechizos y sortilegios. En Extremo Oriente le consideran también mágico. En la India es muy respetado, pues simboliza la beatitud del asceta, por su aparente indiferencia ante todo cuanto le rodea. Para los chinos es benefactor y signo de buena suerte, pero también le sacrificaban y sepultaban para garantizar buenas cosechas.
En cambio, para los japoneses, a pesar de apreciarle por los servicios que presta cazando ratones, es considerado un animal de mal augurio, capaz de matar a las mujeres o de adoptar su forma, igual que otros animales sobre los que se han entretejido numerosas leyendas, como las raposas o las zorras, que se metamorfoseaban en mujeres, y viceversa. Los brujos y curanderos africanos confeccionaban sus saquitos para portar medicinas y ungüentos con pieles de gatos salvajes. Los indios norteamericanos le consideraban sagrado y no podía ser matado salvo para fines religiosos y observando unos ciertos rituales.
Como vemos, el gato se diferencia del perro u otros animales domesticados por sus excepcionales características y por su extraordinaria historia, lo que le convierte en un animal mágico y misterioso por excelencia.
Música en los bigotes
Los científicos han realizado descubrimientos sorprendentes sobre estos felinos. Por ejemplo, ahora se sabe que sus bigotes son órganos sensoriales. El felino no puede percibir notas musicales a través de ellos, pero la música ha servido a un grupo de científicos alemanes para realizar una serie de curiosos experimentos. Han llegado a la conclusión de que las ondas musicales, que se traspasan a un pelo del bigote de un gato, son captadas y acumuladas por los nervios táctiles. Consiguieron volver a convertir en música las corrientes nerviosas y constataron que se repetía la melodía e incluso que era posible reconocer determinados instrumentos. La transmisión del lenguaje, por el contrario, es mucho más limitada, y si bien se oía el ritmo y la melodía de una frase, no ha sido posible percibir palabras, aunque la Sociedad Alemana de Investigación no descarta continuar con nuevos experimentos.
Asimismo, los gatos eligen para descansar, además de los lugares cálidos y confortables, puntos donde exista una fuerte intensidad energética, en los cuales se recargan. Esas energías no siempre son favorables para los seres humanos, por lo que puede decirse que se comportan como "esponjas" que absorben y purifican las influencias de su entorno.
Durante siglos, ha sido creencia generalizada en muchas partes del mundo que los gatos son capaces de pronosticar, comportándose de un cierto modo, cuándo va a llover o incluso cuando se avecina un terremoto. Ello puede explicarse por una hipersensibilidad a los cambios meteorológicos o los disturbios magnéticos. Se han observado casos de gatos que parecen conocer inexplicablemente la hora y el día en que van a suceder ciertos acontecimientos. También se da por seguro que su sensibilidad psíquica les permite detectar fantasmas, reaccionando ante apariciones que eran percibidas simultáneamente por humanos o en habitaciones de casas encantadas, donde los investigadores sentían descensos bruscos de temperatura que los termómetros no percibían y en cambio eran detectados también por los felinos. En la Segunda Guerra Mundial, habitantes de muchas ciudades que vivieron el conflicto (como Londres o Berlín) aprendieron a utilizar a los gatos como sistema de alarma cuando iba a producirse un bombardeo. Antes de que los aviones fueran detectados por los radares, los pelos de estos animales se erizaban y corrían hacia los refugios. Gracias a ellos se salvaron tantas vidas humanas que los gatos fueron condecorados por el gobierno británico, finalizada la contienda, en una solemne ceremonia.
La gata que se volvió azul
Un fenómeno extraño relacionado con los felinos fue hecho público por la agencia soviética de noticias 'Novosti'. Galina Kucherenko, trabajadora del aeropuerto de Odesa (URSS), un domingo que se dedicaba a arreglar su apartamento, de repente oyó una voz procedente "de ninguna parte". La voz le ordenó: "Ponte el abrigo y vamos". La mujer obedeció y salió a la calle. La siguió su gata Murka. Una vecina que la encontró en el camino iba a hablar con Galina pero ésta, cual una sonámbula, pasó de largo sin mirarla siquiera. La vecina volvió la cabeza para mirar a Galina, mas ya no vio a la mujer ni a la gata.
Según dice la propia Galina Kucherenko, salió del estado de "sonambulismo" también de golpe. Se vio rodeada de un mundo azul. Los edificios que veía a su alrededor eran de este color, lo mismo que las flores, como las rosas. Al mismo tiempo, oía una música suave y agradable. De repente, oyó decir: "Basta. Es hora de regresar a casa". Después, ya no recuerda lo que le pasó. De repente, se vio al lado de su domicilio.
Se podría ser escéptico respecto a esta historia -termina diciendo la agencia 'Novosti'- si la gata Murka no hubiera cambiado de color. Antes era pinta y, después de la aventura, es azul
Felinos literarios
Uno de los relatos de horror y misterio que más me entusiasmaron en mis años de adolescente - y todavía hoy es uno de mis favoritos- es el titulado "La Virgen de Hierro", de Bram Stocker, el inolvidable autor de "Drácula" y otras historias igualmente alucinantes, como pueden ser "La guarida del gusano blanco" o "La casa del juez".
En "La Virgen de Hierro" (la edición que poseo es el número 22 de la Biblioteca Oro-Terror de Editorial Molino, Barcelona, 1969), Stocker narra el viaje en luna de miel de un joven matrimonio a Nurenberg, acompañados de un amigo. Paseando por la ciudad, y mientras esperan la hora de poder visitar la famosa Torre de la Tortura, les ocurre un siniestro incidente.
El amigo ve una gran gata negra jugando con su hijo, junto a los muros de un jardín. Para "ayudar" a la diversión gatuna, Hutcheson (así se llama) coge una piedra de mediano tamaño y, desde lo alto del muro, se la tira a los animales. Pero con tan mala fortuna, que el guijarro cae de lleno sobre la cabeza del gatito, aplastándola. La madre gata reacciona con maullidos de dolor y de rabia y trata de escalar el muro hacia sus agresores, pero no puede conseguirlo. El matrimonio, en especial la joven esposa, quedan profundamente afectados, pero no así su acompañante, quien se jacta de ir armado y declara no tener el menor temor al animal. Más tarde se dan cuenta de que la gata les sigue a distancia, pero acaban por no hacerle caso y continúan con su paseo por la ciudad.
Un rato más tarde, el suceso parece haberse olvidado. El matrimonio y su amigo tienen la ocasión de ser los únicos visitantes, a esa hora de la mañana, de la Torre de la Tortura, y el guardián les permite un examen más minucioso de las estancias y los objetos de aquel lugar sobrecogedor, que Stocker se complace en detallar: espadas de verdugos, cepos, sillas de púas, potros, guantes, argollas, yelmos de acero, garfios y otros muchos "aparatos de tortura del hombre contra el hombre y cuya vista hacía a uno encogérsele el corazón". Aunque el instrumento que centraba el interés de la cámara era el aparato conocido como la Virgen de Hierro. El ingenio, puesto de pie en el centro de la estancia, tenía una tosca figura humana y la semblanza de un rostro femenino, grabado en la frente por su fundidor. Sujeta por una cuerda, una polea y unos goznes, la parte frontal podía girar y abrirse. En su interior había "numerosas y largas púas, cuadradas y macizas, de ancha base y aguda punta, colocadas de tal modo que, al cerrarse la puerta, las superiores atravesaran los ojos de la víctima y las inferiores su corazón y órganos vitales".
La joven esposa, Amelia, se asusta ante esa visión y la impresión recibida le produce un desvanecimiento. No así Hutchinson, quien se jacta de su valor y de sus experiencias como explorador y aventurero y asegura querer meterse "un minuto en esta cajita para ver qué tal se siente uno en ella". Toda insistencia en convencerlo de lo contrario es inútil. Habla con el guardián, le da una suculenta propina y, por si faltara algo para la 'puesta en escena', se hace atar de pies y manos hasta que queda "absolutamente indefenso e inmóvil en su voluntaria prisión". Desde allí, Hutchinson pide al guardián del recinto que, sujetando la cuerda y controlando la polea, deje cerrarse la puerta de la Virgen de Hierro muy despacio, hasta que le avise.
El clímax de este sobrecogedor relato llega cuando el joven matrimonio ve, agazapada y oculta en un recodo de la estancia, a la gata negra. De un salto, el animal se planta delante del ingenio de tortura. "Sus ojos despedían llamas de ferocidad, su pelaje se había erizado y su cola chasqueaba contra el suelo". Hutchinson la ve también, y, temiendo que se abalance sobre él, atado e indefenso, advierte al vigilante que no deje de sostener la cuerda, al tiempo que pide a éste o a su amigo, ocupado en atender a su asustada esposa, que alejen al animal de una patada.Pero antes de que nadie pueda hacer nada, la enfurecida gata salta. Sin embargo, no lo hace sobre el autor de la muerte, pocas horas antes, de su hijito. Al contrario, con una especie de maullido infernal, se precipita sobre el rostro del guardián. Al recibir el feroz arañazo, éste suelta la cuerda que sujetaba la puerta de hierro y la masa metálica se cierra, llevada de su poderosa inercia. "Y entonces las púas hicieron su macabro trabajo"...

No hay comentarios:

RIBA

Hermoso... amigos mios. Quería compartirlo con todos vosotr@s. Feliz día...

HERÁCLITO EL OSCURO

HENRIKETO RECOMIENDA