El peor pecado para con nuestras criaturas amigas, no es el odiarlas,
sino ser indiferentes con ellas, esa es la esencia de la inhumanidad.

*George Bernard Shaw

lunes, 9 de marzo de 2009

EL GATO EN LA CULTURA GRECORROMANA


En Grecia, el gato no fue muy apreciado, pero para los romanos gozó de una gran consideración, seguramente debido a la honda impresión que les causó la fama de este animal en Egipto.
Antes de nuestra era, los griegos y romanos no conocían las cualidades cazadoras del gato, sino que usaban otros animales para proteger sus cosechas, como los hurones y las serpientes. Pero a partir del siglo I d.C., el pequeño felino se popularizó en estas dos zonas geográficas, y los ejércitos romanos se encargaron de difundirlo por toda Europa en sus conquistas.
De Grecia han quedado pocos documentos sobre el gato (alguna vasija, pinturas murales y bajorrelieves), pero es bien conocida la poca afición que los griegos tenían hacia este animal. A veces lo elegían como animal de compañía, aunque los favoritos seguían siendo el perro y las cigarras (para las que solían construir jaulas minúsculas). En un principio, fueron considerados como un juguete caro que se ofrecía a las cortesanas, un regalo exótico proveniente del país del Nilo.
Los griegos nunca entendieron la veneración egipcia hacia el gato, y la tenían como excesivamente exagerada. Una muestra de ello es el cínico comentario que le hace el poeta griego Anaxándrides a un egipcio:
“Vos os lamentais por un gato enfermo, ¡yo acabaría con él para tener su piel!”.
O el comentario de un tal Timocles (personaje no bien identificado) sobre la deificación del gato:
“¿Qué ayuda se puede esperar de un pájaro o de un perro? Ninguna, ¿no es verdad? ¡Entonces que nadie espere que dirija mis plegarias hacia el altar de un gato!”
Pero aunque en un principio no sentían ningún aprecio por los gatos, poco a poco empezaron a reconocer sus cualidades, y fueron adoptándolo como animales de compañía. Esopo lo asocia a Afrodita, la diosa de la belleza y del amor, y por lo tanto a la figura femenina en general.
Los romanos, sin embargo, apreciaban a los gatos, sin duda por la fuerte impresión que les causó la veneración de que eran objeto en Egipto. Al principio, era un capricho que sólo se podían permitir las familias ricas, pero pronto los gatos se fueron multiplicando hasta el punto de que incluso las familias pobres podían poseerlos.
Y tan de moda se pusieron en el mundo romano, que muchos de los lugares que fueron conquistando llevan en su nombre la palabra gato. Por ejemplo, el condado del gato (Caithness) en Escocia, la ciudad del gato (Katwijk) en Holanda... Los soldados solían llevar gatos consigo en sus campañas militares, y para reponer las pérdidas que sufrían de estos animales se hacían con gatos salvajes de la zona, a los que domesticaban y cruzaban con los suyos.
Según cuenta Plinio el Viejo en su Historia natural, en el siglo I d.C., los gatos romanos eran apreciados tanto por su trabajo protegiendo los graneros, como por su belleza y por su carácter independiente.
Durante la época imperial, y gracias al carácter sincrético de la religión romana, el culto de Diana cazadora fue asociado al de Bastet. Esta es la razón de que el culto a Bastet sobreviviera hasta el 392 de nuestra era, año en que el emperador romano Teodosio se decantó por el cristianismo como única religión del imperio, y prohibió todos los cultos paganos. Pero para esta época, el gato ya estaba fuertemente asentado en toda Europa como animal de compañía.
Parafraseando a Plinio el Viejo, se puede decir que In catto veritas :) , y así el gato supo ganarse el corazón de griegos y romanos.
(*)Fuente: El gato, volumen 5. Editorial Planeta-De Agostini, S.A., Barcelona, 1994.

2 comentarios:

Duncan de Gross dijo...

No sabía el desprecio griego por los gatos, puff, que tipos!!, un besotazo

Cabalayka dijo...

Henriketo dice:
Cosas de los griegos, amigo Duncan...cosas de los griegos

RIBA

Hermoso... amigos mios. Quería compartirlo con todos vosotr@s. Feliz día...

HERÁCLITO EL OSCURO

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